La mujer de los ojos de jade by Marta Cámara

La mujer de los ojos de jade by Marta Cámara

autor:Marta Cámara [Cámara, Marta]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-10T00:00:00+00:00


20

Darlene había llegado temprano a su cita con Kai. Estaba nerviosa, emocionada, tenía un revoltijo de sensaciones en el estómago; no sabía cómo habían conseguido separarse de él la noche anterior, y menos aún cómo había logrado sobrevivir todas esas horas sin tenerlo a su lado. Había sucedido tan rápido… O tal vez no. Tal vez había surgido desde el principio, desde el accidente, y había calado en su ser; cada cosa nueva que descubría de él se le había colado dentro, le había pellizcado el corazón. Su primer beso, y el segundo, y todos los demás.

Paseaba arriba y abajo por la calle, chocaba con los transeúntes sin darse cuenta y rememoraba cada palabra, cada caricia y cada sensación, hasta que lo vio acercarse y su pulso se aceleró. Sin embargo, no venía solo.

—Se ha empeñado en acompañarme y no he podido persuadirla de lo contrario.

—Ha hecho bien, quería hablar con ella. Hola, Mingyue.

—Quería darte las gracias por lo que hiciste ayer. Ha sido lo mejor que me ha pasado en muchos años. No te quedes ahí, traduce, hijo. Quiero que lo entienda bien.

Kai sonrió y obedeció a su madre.

—Me alegro mucho, me quedé preocupada.

Kai tradujo de vuelta, pero Mingyue le dijo que lo había entendido.

—He recuperado el deseo de vivir una vida bella, llena de música, de arte. Ni él ni nadie va a arrebatarme ese deseo —dijo ella mezclando los dos idiomas.

—Sabe que te lo he contado todo. Lo que pasó con ese hombre, lo que nos hizo.

Darlene asintió.

—Ahora sí somos buenas amigas, no hay secretos entre nosotras y podemos conocernos mejor —dijo la mujer, y Kai explicó lo que significaban sus palabras.

—Eso me gustaría mucho.

—Y mi hijo no va a entrometerse más, ¿verdad, Kai? —Se cruzó de brazos.

—He prometido respetar tus decisiones y comportarme como un hijo y no como un marido posesivo y celoso —respondió en inglés, y luego lo repitió en chino para su madre.

—Y ahora que está todo aclarado, me voy al mercado a comprar las viandas. Y tú te comportas como hijo mío con la señorita extranjera.

—Por supuesto, madre. ¿Por quién me tomas?

—Por un Tao —repuso seria.

Kai apretó la mandíbula.

—No tengo nada de ese hombre.

—Eso espero —apostilló Mingyue.

Darlene miraba el rápido intercambio entre ellos sin entender nada. Kai no le tradujo las últimas palabras que pronunció su madre, quien se despidió y se marchó con una bolsa de tela colgando del codo.

—¿Qué ha dicho?

—Que me porte bien.

—¿Y le harás caso?

—Eso depende de ti —contestó con una sonrisa torcida.

Kai detuvo un rickshaw, le indicó al culi que subiera la capota para resguardarse del sol intenso y le dio la dirección. Darlene intuyó que también quería protegerlos de las miradas ajenas.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar tranquilo donde no haya cientos de ojos observando lo que hacemos.

—Suena bien.

—Sabes que va a ser complicado estar juntos. La ley de tu país prohíbe las relaciones interraciales.

—Prohíbe los matrimonios interraciales, y de momento no tengo intención de casarme. Además, soy mitad francesa.

—Me escandaliza, señorita Long.

—¡Me alegro! Siempre he querido escandalizar, ahora tengo una oportunidad estupenda.



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